Anything Can Happen
Cuzco y El Valle Sagrado, Perú 2008
Amo el Perú y su gente. Adoro su jovialidad, su apego a sus tradiciones, a su tierra y a su pasado ancestral. Por eso sigo regresando a Cuzco y al Valle Sagrado a fotografiar, año tras año, su vida rural simple, increíble y aún intacta. En este taller uno de mis estudiantes dijo: “Cualquier cosa puede suceder.” Escuchando sus palabras sabía que se convertirían finalmente en el nombre del grupo. Para mi gran placer y sorpresa, cada año encuentro con mis estudiantes diferentes tipos de situaciones, cada una de éstas especiales en sí mismas. Como algunos de ustedes recordarán, hace dos años una estudiante y yo nos encontramos con una de estas situaciones en una autopsia a 4 mil metros de altura, en medio de la nada. El año pasado descubrimos un panteón muy especial en el que vimos cómo unos sepultureros, rodeados por calaveras y huesos, le hacían espacio a los recién llegados cavando con sus palas. La sorpresa de este año fue un camión lleno de llamas que seguimos con nuestro auto por muchos kilómetros, y le tomamos fotos hasta que llegó a su destino final. Fue un espectáculo único ver a estos nobles animales bajar uno por uno del camión. Los retratamos junto a las dos mujeres que iban con ellos. Ellas les iban insertando unos hilos de algodón rojo en sus orejas.
Otras situaciones muy bellas se presentaron frente a nuestros ojos. Sin atropellarnos mutuamente fotografiamos con mucho respecto los eventos que iban sucediendo. ¿Cómo olvidar a esa joven llama desbocada mientras la niña, su dueña, intentaba controlarla? Debe de haber durado sólo algunos segundos pero fue un momento mágico. Baron logró sacar una linda foto.En otra ocasión nos invitaron a tomar chicha de jora. Rompiendo todas las reglas la tomamos y la gran sorpresa fue que no sufrimos ninguna consecuencia estomacal desagradable después. Nuestros anfitriones fueron muy gentiles al invitarnos a compartir su bebida preferida. Nos sentimos honrados, mientras tomábamos y hablabámos con ellos, sacando fotos y sencillamente permitiendo que la vida cotidiana peruana nos entrara de lleno. Willard, mi querida y fiel estudiante, quién tomó su decimoquinto taller conmigo en esta oportunidad, logró, por fin después de tantos años, su sueño de viajar al Perú. Es un lugar ideal para ella que adora la vida rural y ama las caminadas largas. Sus fotografías sensibles muestran su conexión con este mundo. Baron, quién tomó su cuarto taller conmigo, continuó su crecimiento fotográfico de una manera conmovedora. Con cada taller que toma su capacidad de ver “momentos” se agudiza aún más. Barry fue el único estudiante nuevo. Su pasión y su amor a la vida lo ayudaron a sacar fotos íntimas y delicadas. Aprecié enormemente su presencia y su profundo conocimiento fotográfico. Como siempre, gozamos mutuamente y mucho de nuestra compañía durante el tiempo que pasamos juntos, conversando sobre la vida y la fotografía. Mis tres estudiantes también me ayudaron mucho al darme sugerencias sobre la edición del audiovisual. Es un privilegio presentar sus fotografías en la galería. EB