Ramoncito
Oaxaca, México 2003
Unos de los aspectos mas fascínate de impartir el taller en Oaxaca durante los Días de los Muertos es la posibilidad de poder fotografiar a la vez la vida y la muerte: la esencia de nuestra existencia. Es verdaderamente una experiencia única poder tomar fotos de las largas veladas donde la muerte es aceptada como parte de la vida sin las trágicas connotaciones que a menudo asume en otras culturas. Es conmovedor ver esta relación entrañable que existe entre los vivos y los muertos mientras se toca y si escucha música y los parientes comen sentado arriba de las tumbas la comida preferida de sus seres querido ya fallecido. Esta celebracion toma lugar por dos días en los cementerios de la ciudad y en los de los pueblos aledaños. Como poder olvidar la velada a la luz de las velas en el panteón de Atzompa que empieza con el anochecer y dura hasta el amanecer cuando los rayos del sol filtran entre las nubes esparcida en el cielo. También hemos sido bienvenidos durante los desfiles de los niños disfrazado de diablitos, vampiros, monstruos, momias y novias mientras invadían con sus gritos y risas alegras las calles. Angie, Francesca, Rose, Kevin, Manuel, y Nick estaban ocupados dia a dia en la búsqueda de momentos cargado de significado. Cada noche durante la sesiones de editing, trataba de evidenciar como la majoría de las imágenes eran incapaces de expresar lo que habíamos visto, lo que nos había excitado, que nos había motivado a oprimir el obturador. Pero con el transcurrir de los días, también gracias a la generosidad de la Diosa de la Fotografía (que siempre tiene que estar de tu parte), algunas buenas fotos empezaron a verse, a destacarse. Al final del taller hemos vivido una experiencia especial cuando la clase tuvo el privilegio de fotografiar por dos días seguidos sin ninguna restricción el matadero mas grande de Oaxaca. Un insuperable sentido de perdida se apoderaba de todos nosotros cada vez que un toro entraba contra su voluntad adentro del corral donde hubiera transcurrido los últimos segundos de su vida, antes que una bala le quitase para siempre su conciencia. Aun guardo vividos recuerdos de Ramoncito, el matador designado, mientras se acercaba con una pistola cargada a la cabeza del animal disparándole poco segundos después sin traicionar emociones. Las patas del toro perdían de repente sus poderosa fuerza; el peso del cuerpo sin vida se estrellaba en el piso antes de ser subido con una cadena gruesa para ser descuartizado. Cada estudiante ha trabajado duro tratando de capturar la unicidad de los momentos vividos. Al final considero que la fuerza de las fotos de cada participantes se basa en la capacidad a la vez elocuente y sutil de combinar estos dos profundos aspectos de nuestro existir. Una vez mas, el hecho que los alumnos fuesen de distintos niveles nunca tuvo la menor importancia. Cada cual fue capaz de asimilar la lección que yo le había dado y de sentir la inspiración necesaria para poder captar momentos relevantes de la cultura mexicana. Ramoncito fue tan paciente con todos nosotros que al final era casi una obligación moral asignarle el nombre del grupo. Nos sentimos contentos que el y sus compañeros de trabajo hayan recibido numerosas ampliaciones de las que sacamos. Ha sido una manera de darle la gracia por haber compartido con nosotros estas matanzas tristes pero necesarias. EB